domingo, 28 de agosto de 2011

Alfonsina Storni

En el año 1891, una familia suiza, formada por Alfonso Storni, Paulina Martignoni y sus dos pequeños hijos, viaja de retorno a su país natal desde Argentina; ahí habían residido algunos años, aproximadamente 11, en los cuales desarrollaron una pequeña empresa familiar. Años después, las botellas de cerveza etiquetadas «Cerveza Los Alpes, de Storni y Cía.», comenzaron a circular por toda la región argentina.
Tras un año desde este viaje, en mayo de 1892, nace la tercera hija del matrimonio Storni-Martignoni en Sala Capriasca. Alfonso, un hombre «melancólico y raro» fue quien eligió el nombre de su pequeña bebe Alfonsina.
En su infancia se la recuerda como una chica curiosa y que hacía muchas preguntas, imaginaba mucho y mentía. Paulina, la madre, abrió una pequeña escuela domiciliaria, y pasó a ser la cabeza de una familia numerosa, pobre y sin timón. Instalaron el «Café Suizo», cerca de la estación de tren, pero el proyecto fracasó. Las tareas domésticas no le dejaban tomarse un descanso, ya que tenía que ayudar a su madre de alguna manera. Así fue como, antes de cumplidos sus 15 años, trabajó como costurera y repartidora de volantes, entre otros. En 1907 Alfonsina tiene la posibilidad actuar, reemplazando a una actriz de cierta obra que enferma. Esto la motiva a proponerle a su madre que le permita convertirse en actriz y viajar junto a la compañía que le había ofrecido trabajo, viaje del cual vuelve el mismo año.
En el año 1909 decide terminar sus estudios en Coronda, donde se titula como maestra local. Al terminar el año de 1911, decide trasladarse a Buenos Aires, llevando consigo sus pocas pertenencias. El 21 de abril del año siguiente nació su hijo Alejandro, sin padre conocido. Esto la lleva a adquirir una actitud de mujer mas madura e independiente.
Su primera obra, La inquietud del rosal, publicado con grandes dificultades económicas, apareció en 1916. Aunque este no obtiene una buena aceptación debido a su falta de moral según la época, la publicación de este libro le permitió ingresar a los cenáculos de escritores, siendo la primera mujer en integrarlo. En 1917 recibe el Premio Anual del Consejo Nacional de Mujeres por: "El Canto de los Niños". Eran épocas de crisis, en las que la poesía no alcanzaba para vivir. Esto llevó a Storni a buscar un trabajo mas rentable, consiguiendo el de directora en el colegio Marcos Paz.
Su voluntad no la abandonó, y siguió escribiendo, publicando El dulce daño en 1918.
A lo largo de sus años posteriores continuó escribiendo obras en las que predominaban el carácter enfermizo que cada vez se fue agravando mas en Alfonsina; su personalidad se vio dominada por preocupaciones, malos ratos, apuros y a estados variables de salud.
Un momento culminante de su carrera, lo constituyó la reunión en la Universidad de Montevideo con las otras dos grandes poetisas americanas, Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou. La convocatoria conjunta fue para hacer pública la confesión de su forma y manera de crear.
Siete libros de versos y uno de prosa poética, sin gran significación este último, y algunas comedias, integran su obra lírica. Ocre, publicado en 1925, considerado por la crítica como el más logrado de sus poemarios, marca una insinuación firme hacia la captación de imágenes universales.
El 20 de mayo de 1935 Alfonsina fue operada del cáncer de mama en el Sanatorio Arenales. La mastectomía le dejó grandes cicatrices físicas y emocionales. Siempre había sufrido de depresión, paranoia y ataques de nervios, pero ahora los síntomas de enfermedad mental se recrudecieron. Se volvió recluida y evitaba a sus amistades.
El 18 de octubre del año 1938, Alfonsina viajó a Mar del Plata, donde se hospedó en un hotel sola, sin su hijo, ni amigos. Desde allí escribió dos cartas a su hijo, el 19 y 22 de octubre, en las que parecía que luchaba contra la decisión de terminar con su vida. El día 24 le solicitó a la mucama que escribiese por ella una carta para Alejandro, su hijo, y a las once y media se acostó a dormir, siendo esta su última noche en vida. Hacia la una de la madrugada del martes 25 Alfonsina abandonó su habitación y se dirigió a la playa La Perla, desde donde nunca volvió. A la mañana siguiente la mucama creyó que la poetisa necesitaba descanso, por lo que no irrumpió en su cuarto, creyendo que esta dormía, pero cuando fue descubierto el cadáver en la playa, se difundió la noticia; su hijo se enteró por radio y fue confirmado vía telefónica por el cuidador del hotel. Hasta ahora existen dos versiones sobre el suicidio de Alfonsina: una de tintes románticos, que dice que se internó lentamente en el mar, y otra, la más apoyada por los investigadores y biógrafos, que afirma que se arrojó a las aguas desde una escollera.
A la tarde, los diarios titulaban sus ediciones con la noticia:
«Ha muerto trágicamente Alfonsina Storni, gran poeta de América».



Dientes de Flores, Cofia de Rocío…

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos encardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste:
todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.


Al Oído
Si quieres besarme.....besa
-yo comparto tus antojos-.
Mas no hagas mi boca presa…
bésame quedo en los ojos.

No me hables de los hechizos
de tus besos en el cuello...
están celosos mis rizos,
acaríciame el cabello.

Para tu mimo oportuno,
si tus ojos son palabras,
me darán, uno por uno,
los pensamientos que labras.

Pon tu mano entre las mías...
temblarán como un canario
y oiremos las sinfonías
de algún amor milenario.

Esta es una noche muerta
bajo la techumbre astral.
Está callada la huerta
como en un sueño letal.

Tiene un matiz de alabastro
y un misterio de pagoda.
¡Mira la luz de aquel astro!
¡la tengo en el alma toda!

Silencio...silencio... ¡calla!
Hasta el agua corre apenas,
bajo su verde pantalla
se aquieta casi la arena...

¡Oh! ¡qué perfume tan fino!
¡No beses mis labios rojos!
En la noche de platino
bésame quedo en los ojos…


Alma Desnuda

Soy un alma desnuda en estos versos,
alma desnuda que angustiada y sola
va dejando sus pétalos dispersos.

Alma que puede ser una amapola,
que puede ser un lirio, una violeta,
un peñasco, una selva y una ola.

Alma que como el viento vaga inquieta
y ruge cuando está sobre los mares
y duerme dulcemente en una grieta.

Alma que adora sobre sus altares
dioses que no se bajan a cegarla;
alma que no conoce valladares.

Alma que fuera fácil dominarla
con sólo un corazón que se partiera
para en su sangre cálida regarla.
Alma que cuando está en la primavera
dice al invierno que demora: vuelve,
caiga tu nieve sobre la pradera.

Alma que cuando nieva se disuelve
en tristezas, clamando por las rosas
con que la primavera nos envuelve.

Alma que a ratos suelta mariposas
a campo abierto, sin fijar distancia,
y les dice: libad sobre las cosas.

Alma que ha de morir de una fragancia,
de un suspiro, de un verso en que se ruega,
sin perder, a poderlo, su elegancia.

Alma que nada sabe y todo niega
y negando lo bueno el bien propicia
porque es negando como más se entrega.


Alma que suele haber como delicia
palpar las almas, despreciar la huella,
y sentir en la mano una caricia.

Alma que siempre disconforme de ella,
como los vientos vaga, corre y gira;
alma que sangra y sin cesar delira
por ser el buque en marcha de la estrella.


Así hice el libro así: Gimiendo, llorando, soñando, ay de mí.
Mariposa triste, leona cruel,
Di luces y sombra todo en una vez.
Cuando fui leona nunca recordé
Cómo pude un día mariposa ser.
Cuando mariposa jamás me pensé
Que pudiera un día zarpar o morder.

Encogida a ratos y a saltos después
Sangraron mi vida y a sangre maté.
Sé que, ya paloma, pesado ciprés.
O mata florida, lloré y más lloré.
Ya probando sales, ya probando miel,
Los ojos lloraron a más no poder.
Da entonces lo mismo, que lo he visto bien,
Ser rosa o espina, ser néctar o hiel.

Así voy a curvas con mi mala sed
Podando jardines de todo jaez.


¡Ay!..


Seré en tus manos una copa fina
pronta a sonar cuando vibrarla quieras...
Destilarán en ella primaveras,
reflejará la luz que te ilumina.

Seré en tus manos una copa fina.
Habrás en ella una bebida suave,
nunca más dulce, pues piedad le dona;
licor que no hace mal y el mal perdona,
dulce licor que de las cosas sabe...

Habrás en ella una bebida suave.
Un día oscuro, entre tus dedos largos
será oprimido su cristal fulgente
y caerá en pedazos buenamente
la fina copa que te dio letargos;
¡un día oscuro, entre tus dedos largos!

Cristal informe sobre el duro suelo
no ha de ser turbio porque está quebrado:
reflejará la beatitud del cielo;
pobre cristal sobre tus pies, tirado;
cristal informe sobre el duro suelo.
Daño tan grande Dios te lo perdone:
manos benditas las que así lo quiebren,
rosas y lirios para nunca enhebren,
dulzura eterna su impiedad le abone.
Daño tan grande Dios te lo perdone...


Bajo tu mirada
Es bajo tus miradas donde nunca zozobro;
es bajo tus miradas tranquilas donde cobro
propiedades de agua; donde río, parlera,
cubriéndome de flores como la enredadera.

Es bajo tus miradas azules donde sobro
para el duelo; despierto sueños nuevos y obro
con tales esperanzas, que parece me hubiera
un deseo exquisito dictado Primavera:

Tener el alma fresca, limpia; ser como el lino
que es blanco y huele a hierbas. Poseer el divino
secreto de la risa; que la boca bermeja

persista hasta el silencio postrero, bella, fuerte,
¡y libe en la corola suprema de la Muerte
con su última abeja!


Capricho

Sábado fue, y capricho el beso dado,
capricho de varón, audaz y fino,
mas fue dulce el capricho masculino
a este mi corazón, lobezno alado.

No es que crea, no creo, si inclinado
sobre mis manos te sentí divino,
y me embriagué. Comprendo que este vino
no es para mí, mas juega y rueda el dado.

Yo soy esa mujer que vive alerta,
tú el tremendo varón que se despierta
en un torrente que se ensancha en río,

y más se encrespa mientras corre y poda.
Ah, me resisto, mas me tiene toda,
tú, que nunca serás del todo mío.


Dolor
Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;

ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;

ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar..


Dulce Tortura
Polvo de oro en tus manos fue mi melancolía
sobre tus manos largas desparramé mi vida;
mis dulzuras quedaron a tus manos prendidas;
ahora soy un ánfora de perfumes vacía.

Cuánta dulce tortura quietamente sufrida
cuando, picada el alma de tristeza sombría,
sabedora de engaños, me pasaba los días
¡besando las dos manos que me ajaban la vida!


El Ruego

Señor, Señor, hace ya tiempo, un día
soñé un amor como jamás pudiera
soñarlo nadie, algún amor que fuera
la vida toda, toda la poesía.

Y pasaba el invierno y no venía,
y pasaba también la primavera,
y el verano de nuevo persistía,
y el otoño me hallaba con mi espera.

Señor, Señor; mi espalda está desnuda,
¡haz estallar allí, con mano ruda
el látigo que sangra a los perversos!

Que está la tarde ya sobre mi vida,
y esta pasión ardiente y desmedida
la he perdido, ¡Señor, haciendo versos!


Frente al Mar

Oh mar, enorme mar, corazón fiero
De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.

Oh mar, dame tu cólera tremenda,
Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
"Piedad, piedad para el que más ofenda".

Vulgaridad, vulgaridad me acosa.
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.

¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.

Me empobrecí porque entender abruma,
Me empobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.

Mar, yo soñaba ser como tú eres,
Allá en las tardes que la vida mía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser como tú eres.

Mírame aquí, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño;
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable.

Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza,
¡Aire de mar!... ¡Oh tempestad, oh enojo!
Desdichada de mí, soy un abrojo,
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.

Y el alma mía es como el mar, es eso,
Ah, la ciudad la pudre y equivoca
Pequeña vida que dolor provoca,
¡Que pueda libertarme de su peso!

Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible
Y apenas es cicatriz que siempre duele.


La caricia perdida

Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos ... En el viento, al rodar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida, ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida rodará... rodará...

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va,

si no ves esa mano ni la boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de llamar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida ¿me reconocerás?


Miedo
Aquí, sobre tu pecho, tengo miedo de todo;
estréchame en tus brazos como una golondrina
y dime la palabra, la palabra divina
que encuentre en mis oídos dulcísimo acomodo.

Háblame de amor, arrúllame, dame el mejor apodo,
besa mis pobres manos, acaricia la fina
mata de mis cabellos, y olvidaré, mezquina,
que soy, ¡oh cielo eterno!, sólo un poco de lodo.

¡Es tan mala la vida! ¡Andan sueltas las fieras...!
Oh, no he tenido nunca las bellas primaveras
que tienen las mujeres cuando todo lo ignoran.

En tus brazos, amado, quiero soñar en ellos,
mientras tus manos blancas suavizan mis cabellos,
mientras mis labios besan, mientras mis ojos lloran.



Cronología de las obras de Storni:

• La inquietud del rosal, 1916
• El dulce daño, 1918
• Irremediablemente, 1919
• Languidez, 1920
• Ocre, 1925
• Poemas de amor, 1926
• El amo del mundo: comedia en tres actos. 1927.
• Mundo de siete pozos, 1934
• Mascarilla y trébol, 1938
• Antología poética, 1938
• El dulce daño, 1920
• Dos farsas pirotécnicas, 1932
• Irremediablemente, 1919
• Poesías completas, 1968
• Nosotras y la piel: selección de ensayos, 1998
• Antología poética, 1999.     





 

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