domingo, 28 de agosto de 2011

Isabel Velasco

Es directa, esencialista, ajena a todo lenguaje elíptico, que no prefigura nada de lo que dice o como lo dice, ni lo convierte en reajustes de ciertos planos de !a realidad. Hoy día, frente a “El Tiempo Detenido Abrió Espacios”, volumen que resume la labor poética de Isabel Velasco y en el cual podemos ver su poesía en conjunto, nos es más fácil observar estas ocurrencias cuyo mayor valor resulta de que están sostenidas por la experiencia.
¿De qué otra fuente podían venir estos versos desnudos, de tan denodado sentimiento plástico?
Es tan inmenso y urgente mi querer, que no te extrañes si esta noche, un poco me recuerdes tu.


Hay aquí algo de esa inasibilidad detenida que nos legó Pedro Salinas, pero que junto con acercarse a lo cotidiano le otorga un sentido de cambio, de vivísima aflicción, de azar informe pero real. Toda esta poesía de Isabel Velasco encaja a fondo en un sentimiento de nostalgia modificado por un impulso para salir del dolor, para herir, para desgarrar al que provoca este padecer inmerecido y junta las fuerzas del odio para dejarlas ante el hará del amor dolorido:

Mas si odiándote como te odio, no quiero verte muerto.
O también:

Señor estoy ebria de pensarme a su lado, estoy ebria de sentirme junto a él, estoy ardiendo y mi hoguera no se apaga, Si juzgamos este dolor de amor que no disimula su vehemencia.
Estamos ciertos que su flujo poético es un comportamiento desgarrado del sentimiento de nostalgia que de nuevo quiere llegar a ser vínculo por medio de alguna otra alternativa. En esta textura poética el sentimiento o pasión de ánimo de la poetisa se cobija en un ensamble que proviene de la mejor herencia lírica de la poesía chilena de este siglo. Dentro de ella es problematizada en rasgos dramáticos que quieren estirarse mediante un proceso de adelgazamiento en su técnica y estructura. Esta sutil potencialidad de la autora es la contribución que ella nos agrega a nuestro desarrollo lírico, sus cinco libros poéticos:

“Sol Dónde Estás”, (1971)
“Cardos”, (1 972)
“Tu, Ayer”, (1 975)
“Del Silencio”,(1981)
“El Tiempo Detenido Abrió Espacios”, (1982)


Nos conducen por expresiones en que el sujeto tiene un tratamiento preferencial. Son estas direcciones que la poetisa desea objetivar y proyectar para una mejor puntualización de la modernidad dramática que sugiere. Así su poesía no sólo se auto contempla sino que se abre a más amplias particularidades las que le urge comunicar a través de un verso limpio y parco, cortado, casi inmune a la disgregación. Oigámosle:

Mi soledad, es mi propia soledad.
Seca sin ambages, sin temor a perderla.
Nadie robará mi gran soledad.

Y más adelante:
Poseo desamparo, nada, a quien pedir espacio en la vida.
Una mano fuerte que rompa el silencio.
Un presente para traspasar esta gran soledad.
A quién pedir si todos pasan.


Isabel Velasco cruza también con su poesía otros derroteros de la angustia. No son problemáticas distintas, compartimientos que justifican ciertos estados de desarraigo. Es el ser que se pregunta por su naturaleza, el que quiere redimir su existencia, esa vida que se le desajusta, que entiende la miseria que la asiste ante las formas con que el tiempo perturba su sentimiento. Quiere, entonces, saltar hacia otra realidad que le revele el desasimiento, de la existencia más profunda:

Voy compartiendo nubes.
Estoy vestida de sombras y calor dormido.
Llevo los párpados pesados, el corazón sin tiempo.
Tengo espejos sin brillo
Un puñado de tierra quebrada
y un despertar sin esperanzas.
No sé, si tengo lugar en la vida.


Otra atracción de esta poesía es la forma como Isabel Velasco atrapa en el escuetismo estructural del verso, las sensaciones que la invaden, esa reiterada certidumbre de soledad que revela en la mayor parte de sus poemas, instancia que por momentos parece quebrar la esperanza. Hay aquí la pintura de algo muy perteneciente, cierta religiosidad central que cala todo un mundo que pugna por asirse de algo que le ofrezca seguridad cardinal:

¿Dónde, dónde exiliar soledad?
¿en quién apoyar mi ser?
Hace tanto la esperanza huye,
la vida corre y nadie espera.


 

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