domingo, 28 de agosto de 2011

Miriam Elim

Santiago 1895-1927, Seudónimo de María Preuss. Poeta de vida triste y oscura, agravada por su mala salud. Publicó Los ojos extasiados (1920). Dejó bastante obra inédita, de la cual poco se sabe, excepto por un comentario de Raúl Silva Castro.
No existe mayor información sobre su vida y su obra no ha sido recogida en la mayor parte de las antologías de la poesía chilena. La fuerza expresiva y apasionada de sus poemas de amor así como el temple de desgarro angustioso frente a la muerte, hacen de sus versos un testimonio importante de la poesía de mujeres de comienzos de siglo. Los poemas, Los ojos extasiados, Imprecación y Por qué amo yo la muerte, representan una muestra de su visión de mundo, polarizada entre la dulzura de un amor extasiado y el sufrimiento agónico del vacío y la ausencia de ese mismo amor.


Los ojos extasiados


En la dulzura de esperar, se me han quedado
los ojos extasiados.
Otro sol y otra luna han de venir
y habrán de hallarme así:
Quietas las manos, antes flores de ruego
sombreadas las pupilas de misterio...
Otro sol y otra luna han de tornar
sin que se canse mi anhelar!
En la dulzura de espera, se me han quedado
los ojos extasiados.






Imprecación


Me quedaré sola. No huyo este dardo!
Como que mi carne sale del temblor
del sollozo largo, que deja en los labios
la palabra buena o la imprecación.
He de darlo todo: La vida lo quiere!
como da en Otoño el árbol sus hojas;
más queda esperando que en la Primavera
serán su aguinaldo flores olorosas.
Yo no espero nada y he de darlo todo:
lo que era dulzura y era claridad.
Doy mi oro de Otoño, me abrazo al Invierno;
no habrá Primavera, ni Estío vendrá.
He de darlo todo! Me duele... me duele
entregar así mi parte de amor.
La palabra buena huirá de mis labios;
será mi sollozo una imprecación.




Por qué amo yo la muerte


¿Verdad que tú no sabes por qué amo yo la muerte?
Porque es el fin piadoso de esta jornada loca
en que es una sentencia el jamás poseerte
ni como a aquella flor que con unción se toca.
Porque la piedra fría con que oculte al mundo
la caridad consciente de algún piadoso hermano,
a mis huesos dará un calor más humano
que el que me den tus ojos de mirar tan profundo.
Tan profundo y mezquino...
ni una lágrima vierte de sus entrañas nunca.
El sol de su mirada mi jardín floreciera.
Por faltarme su luz está mi vida trunca.
¿Verdad que ahora sabes por qué amo yo la muerte?
Porque aunque tú me niegas todo cuanto te pido,
es muy cruel agonía el ir siempre temiendo
que despiertes mis ojos, puedan dejar de verte.

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